jueves, 18 de junio de 2009

Escena 3: La voz de la franqueza

Caminando nomás en la calle. Derrepente parecía que todo era tan falso , tan triste, sin sentido. A veces hubiera deseado que fuera su rostro el que sangrara para así concentrarse en curar o hacer arder las heridas del cuerpo en lugar de raspar la salud de sus pensamientos. Deseaba que el dolor físico le hiciera olvidar recordarla, que fuera más fuerte que visualizarla como siempre ha sido ella para su cabeza.

¿Por qué habían sucedido tantas cosas? ¿Por qué los cambios tan drásticos? ¿Por qué esa mujer fría, directa y de movimientos místicos dejó de existir como la conocía? Como en la filosofía, muchas preguntas, pocas respuestas... Seguía caminando. La intención era caminar hasta resolver al menos una de las preguntas. Esque ella estaba ahí, a cada momento. A veces él pensaba que tal vez enmedio de la noche ella pensaba en él, se sentía seguro durante un rato de que era real, pero de pronto llegaban a su mente pensamientos que le decían lo contrario, pensamientos que le informaban que ella no era la misma 'ella' que se quejaba de sus masajes, la que lo detenía en sus múltiples y fallidos intentos de comprender racionalmente su pensar. Era muy posible que no fuera ella, y entonces nada de lo anterior tendría sentido... nada...

Decidió por fin convertir en una pregunta cerrada si era la misma 'ella' de los días en la habitación y decidió responderla. Se puso en camino a la calle donde el frío no lo ocasiona la temperatura, sino el hielo de sus palabras, donde la brisa no viene del mar, sino de su sensualidad inevitable, y el vapor no viene de su boca, sino de la aparente insensibilidad de su rostro... Al fin llegó. El momento de descubrir si todos esos pleitos en el barrio tenían sentido estaba frente a él. La puerta de madera delineada en hierro, como protegiéndose de ser derribada por un tanque de guerra se encontraba frente a sus pies, tanto que si estiraba una mano estaría llamándola a abrir la entrada a la respuesta.

Miró la puerta durante unos minutos antes de tocarla. Cuando justo se decidió, la apertura de la puerta lo detuvo. Se escuchó correr un cerrojo viejo. La puerta se abrió dejando salir a una mujer que para él era hermosa, tal vez la más hermosa que hubiera visto. La miró como si tuviera un halo oscuro tras ella, como recordándole lo frívolo de su sinceridad. Verla no respondió su pregunta. Necesitaba escuchar de sus labios salir esa voz tan dulce diciendo cosas tan agrias, una palabra hiriente, directa, que no lo dejara siquiera pensar en una evasiva.

-Ehh... Perdón, estaba a punto de tocar cuando... -saltó a abrazarlo como si no lo hubiera visto en años
-Eres un cobarde. Llevas casi horas parado frente a la puerta.

Nadie podía decirle lo idiota que era de esa forma. Era único escuchar eso de ella. Sonrió inevitablemente ante sus palabras. Los minutos que esperó ahí de pie fueron los mismos que ella se contuvo para salir a verlo, hasta que ya no pudo más. Se desprendió de él con un gesto de seriedad y de orgullo ante su repentina muestra de cariño. Entró de nuevo a la casa.

-Entra.
-No sé si deba.
-Llevas más de media hora parado ahí y aun no sabes si entrar...
-Esque... creo que... ya tengo la respuesta...

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